Hoy celebramos en el rito bizantino el Hallazgo de las Reliquias de San Serafin de Sarov en el año 1903. Tambien hoy el Blog Teóforos cumple 3 años. Cuando comenzé con el blog se lo encomendé a San Serafín de Sarov, un gran santo, monje, sacerdote, starets de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y uno de los santos patronos del Monasterio Bizantino de la Transfiguración de Pigüé en Argentina, junto a San Sergio de Radonezh.
En este post quiero compartir un poco más acerca de su vida, y un resumen de sus enseñanzas o instrucciones espirituales.
Icono de San Sergio de Radonezh y San Serafin de Sarov |
BREVE RESEÑA DE LA VIDA DEL SANTO:
Serafín de Sarov, ru. Серафим Саровский (Serafim Saróvskiy), en el mundo Прохор Исидорович Машнин (Prójor Isidórovich Mashnín), un monje ortodoxo, un stárets, uno de los santos más venerados en la Iglesia ortodoxa. Nació el 19 de julio de 1759 en la ciudad de Kursk en Rusia.
Siendo niño resultó indemne después de caer de un campanario, más tarde se curó de un mal grave por una aparición de la Virgen, y después de ello adquirió la habilidad de ver a los ángeles.
En 1777 ya es un novicio en el monasterio de Sarov. En 1786 tomó los hábitos y recibió el nombre de Serafín.
Profesión monástica de San Serafin de Sarov |
Durante muchos años llevó una vida de ermitaño en un bosque remoto. Por su vida santa en 1831 mereció con sus alumnos ver, por la segunda vez en su vida, la aparición de la Virgen, acompañada por Juan el Bautista y Juan el Evangelista.
Falleció en 1833 mientras oraba arrodillado en su celda en el monasterio de Sarov.
Serafín de Sarov fue beatificado por la Iglesia Ortodoxa Rusa el 29 de enero de 1903. Sus reliquias descansan en el monasterio de Divyevo cerca de Nízhniy Nóvgorod.
SAN SERAFÍN DE SAROV, UN GRAN SANTO, REFLEJO DEL ALMA RELIGIOSA RUSA.
A pesar de la multitud de peregrinos que se acercaban a verlo, el reverendísimo Serafín (en ruso “Serafim”) de Sarov siempre se dirigía con cariño a todos y para cada uno tenía una palabra de consuelo.
El nombre de Serafín, uno de los santos rusos más venerados, antes de tomar el hábito era Prójor Mashnín. Nació en 1754 en la familia de un comerciante de la ciudad de Kursk dedicado al negocio del ladrillo. A los tres años el niño perdió a su padre y su educación corrió a cargo de la madre, una mujer muy religiosa. Siguiendo su ejemplo, Serafín se convirtió en una persona profundamente piadosa.
A la edad de siete años Prójor se cayó desde un campanario pero sobrevivió al accidente. Es el primer milagro de los que se le atribuyen. Tres años después Prójor tuvo una aparición de la Virgen, que volvió a visitarlo en varias ocasiones en los momentos difíciles y de enfermedad.
Con la bendición de su madre, el joven se dirigió en peregrinaje a la ciudad de Kiev. En esa ciudad, la antigua capital del Estado ruso, se ubica uno de los monasterios principales del mundo ortodoxo, la lavra de las Cuevas. Durante esa peregrinación le fue anunciado el lugar de su futura vida religiosa: el monasterio de Sarov (una ciudad situada en la provincia de Nizhni Nóvgorod).
En noviembre del año 1778 llegó al monasterio y se quedó a servir en él. Finalmente, en agosto del año 1786 Prójor se convirtió en el hermano Serafín, uno de los monjes más devotos y humildes de la parroquia.
Permaneció muchos años en el monasterio y en el 1794 con el permiso de su abad se retiró a un frondoso bosque. En una pequeña ermita sin comodidades vivió dieciséis años, en los que solo se acercaba al monasterio para la comunión de los domingos. Durante un tiempo se alimentó solamente a base de hierbas y más tarde empezó a cultivar hortalizas.
En su lucha contra las tentaciones, Serafín intensificó sus plegarias y actos píos: en los hombros llevaba cilicios; en la cintura, un cinturón de hierro. Durante tres años guardó voto de silencio y solía dormir sobre piedras.
En una ocasión el ermitaño fue atacado por salteadores que le propinaron una brutal paliza. Recibió golpes mortales pero otro milagro le salvó la vida. No tardaron en encontrar a los bandidos pero Serafín rogó que no les tocaran. Pronto los delincuentes se arrepintieron y pidieron el perdón de Serafín, quien inmediatamente se lo otorgó.
Serafín permaneció en la ermita hasta 1810, año en el que regresó al monasterio y a la vida secular. Para aquel momento la fama de sus milagros empezó a difundirse rápidamente por Rusia y a su celda comenzaron a acudir peregrinos.
Al principio recibía a pocas personas pero en el año 1825 se le apareció la Virgen y le indicó que aplicara todas sus fuerzas a ayudar y consolar a la gente. Desde aquel entonces las puertas de su celda permanecieron abiertas para todo el mundo. Entre los peregrinos estuvo el emperador de Rusia Alejandro I.
Además de la importancia que tuvo el monje en la relevancia que adquirió el monasterio de Sarov, la figura del padre Serafín fue determinante también en el proceso de formación de uno de los más destacados recintos religiosos rusos: el monasterio femenino de la Santísima Trinidad de Divyevo, en la provincia de Nizhni Nóvgorod.
Monasterio femenino en Divyevo, fundado por San Serafín |
Hacia el final de su vida, Serafín se convirtió en stárets, maestro y consejero de gran veneración en la Iglesia ortodoxa. Además era profeta: predijo, en particular, el periodo de la persecución de la Iglesia ortodoxa y su futura resurrección. Efectivamente, el clero ruso fue cruelmente perseguido tras la revolución bolchevique del año 1917 y la resurrección paulatina comenzó en los años 50 del siglo XX. Serafín de Sarov predijo también la muerte violenta de la familia imperial rusa, profecía que se hizo realidad a principios del siglo XX. El último emperador, Nicolás II, su familia y sus sirvientes fueron fusilados por los bolcheviques en el año 1918. El santo también predijo que Rusia resurgiría a partir del año 2003 y que volvería a ser una gran potencia mundial.
A unos cien años de esta fecha, en el año 1903, los jerarcas de la Iglesia ortodoxa rusa decidieron abrir la tumba de Serafín, que falleció en el año 1833 y estaba sepultado en el monasterio de Sarov. Se celebró la ceremonia de “recuperación de las reliquias”, en la que los restos óseos fueron descritos detalladamente y devueltos a su sepultura. A pesar del tiempo transcurrido tras el fallecimiento del monje, al monasterio de Sarov continuaban llegando peregrinos en búsqueda de consuelo físico y moral y al lado de la tumba ocurrían milagros con sanaciones súbitas de enfermos.
Todo cambió con la llegada al poder de los bolcheviques, que profesaban el ateísmo beligerante. En el año 1920 la tumba de Serafín de Sarov fue abierta y sus restos exhumados y enviados al Museo de Religión y Ateísmo, que se encontraba, primero, en Moscú y después en Leningrado (actual San Petersburgo). En 1990 en la catedral de Kazán, sede entonces del Museo de la Religión, fueron hallados en uno de los depósitos unos restos humanos sin identificar que no figuraban en el inventario del museo. Una comisión especial de expertos y del clero ruso comparó los restos óseos con la descripción que se hizo en el año 1903. Se llegó a la conclusión de que las reliquias olvidadas durante 70 años pertenecían al santo.
Los restos fueron devueltos a la Iglesia ortodoxa rusa y de nuevo descansan en la iglesia principal del monasterio de la Santísima Trinidad de Divyevo, donde vuelven a ser el destino de numerosos peregrinos.
Desde septiembre del año 2007 Serafín de Sarov es además el santo patrón de los trabajadores de la industria militar atómica de Rusia. Su protección a este gremio se debe a que en la época soviética la ciudad de Sarov no existía oficialmente: fue excluida de todas las estadísticas e informes. Su nombre secreto era Arzamás-16 y ahí se fabricó en 1949 la primera bomba atómica de la URSS.
INSTRUCCIONES ESPIRITUALES.
BREVE COMENTARIO: Símbolo viviente, el starets Serafin de Sarov no escribió nada. Sin embargo, nos quedan de él algunas instrucciones espirituales. Primitivamente, incluídas en una biografía manuscrita, redactada en 1837 por un hieromonje de Sarov, Sergio, ellas no fueron impresas más que dos años más tarde, como apéndice a un pequeño opúsculo titulado: "Una breve percepción de la vida de un starets del Desierto de Sarov, Marcos, monje y anacoreta" (se trataba de uno de los eremitas, contemporáneos del Padre Serafín, que vivieron al mismo tiempo que él, en el bosque de Sarov). En cuanto a la biografía del santo, propiamente dicha, recién en 1841, ocho años después de su muerte, recibiría el "imprimatur" del Santo Sínodo, como resultado de las numerosas tratativas efectuadas por el Metropolita Filareto de Moscú.
Este mismo prelado, deseando apresurar su publicación, había revisado los "consejos Espirituales", tal como lo testimonia una carta escrita a su vicario y amigo, el archimandrita Antonio, Higúmeno de la Lavra de la Trinidad y San Sergio.
Dada la enorme cantidad de citas, resulta evidente que el espíritu de starets, estaba sumergido efectivamente (según una expresión que le era muy cara), en las Sagradas Escrituras. La numeración de los salmos se sigue segun la Biblia griega que poseía San Serafín, pero la traducción está tomada de la Biblia de Jerusalén, fuera de algunas excepciones.
Sobre Dios
Dios es el fuego que calienta e inflama a los corazones y las entrañas. Por eso si sentimos frío en nuestros corazones, éste proviene del diablo (porque él es frío); llamemos al Señor y Él vendrá y calentará nuestro corazón con un amor perfecto, no solo hacia Él, sino también hacia nuestros prójimos. Y por el calor de Su rostro huirá el frío del que odia el bien.
Donde está Dios no hay mal. Todo lo que proviene de Dios es útil, trae paz y lleva al hombre a condenar sus defectos y a ser humilde.
Dios demuestra Su amor a los hombres no solo cuando hacemos el bien, sino también cuando Lo ofendemos con nuestros pecados. ¡Con qué enorme paciencia soporta Él nuestras faltas! Y cuando nos castiga, ¡con qué misericordia lo hace! El beato Isaac dice: "No llames Justo a Dios, porque en tus hechos no se ve Su justicia. Es verdad que David Lo llamaba justo y derecho, pero el Hijo de Dios nos hizo ver que Dios es aún más benigno y misericordioso. ¿Dónde esta Su justicia? Fuimos pecadores y Cristo murió por nosotros" (san Isaac el Sirio, discurso 90).
Las causas de la venida de Cristo:
- El amor de Dios al género humano "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito" (Jn. 3:16).
- Restablecimiento en el hombre caído de la imagen y semejanza Divinas.
- La salvación de las almas humanas: "Porque no envío Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por Él" (Jn. 3:17).
La fe
Según dice San Antíoco, la fe es el comienzo de nuestra unión con Dios: el creyente verdadero es una piedra del templo Divino, preparado para el edificio de Dios Padre, elevado a la altura con la fuerza de Jesucristo, o sea, con Su cruz y con la ayuda de la Gracia del Espíritu Santo.
"La fe sin obras es muerta" (Jac. 2:26). Obras de la fe son: el amor, la paz, la paciencia, la benevolencia, la humildad, llevar la cruz y vivir espiritualmente. La fe verdadera no puede quedar sin obras buenas. Quien cree sinceramente, invariablemente hace también obras de bien.
La Esperanza
Todos, los que tienen una firme esperanza en Dios, se elevan a Él y se iluminan con el resplandor de la luz eterna.
Si el hombre no se ocupa demasiado de sí mismo por el amor a Dios y para las obras de virtud sabiendo que Dios se ocupa de él, entonces su esperanza es verdadera y sabia. En cambio, si el hombre confía solamente en sí mismo y sus actos y se dirige a Dios solo cuando tiene grandes e inesperadas dificultades y solo cuando ve la insuficiencia de sus medios empieza a confiar en la ayuda de Dios, entonces tal esperanza es vana y falsa. La verdadera esperanza busca sólo al Reino de Dios y está segura de que todo lo necesario para la vida temporal le será dado siempre. El corazón no puede tener paz hasta que logre tal esperanza. Ella es la que lo apacigua totalmente y le da alegría. Sobre este tipo de esperanza dijo nuestro Salvador: "Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar" (Mt. 11:28).
El amor a Dios
Aquel que logra un perfecto amor a Dios vive esta existencia como si no perteneciera a este mundo. Ya que él se siente extraño para lo visible y espera con paciencia lo invisible. El se cambió por entero en el amor a Dios y dejo todos sus vínculos mundanos.
El que ama realmente a Dios con todo su ser, se considera como peregrino y extranjero en esta tierra ya que ve sólo a Dios debido a su tendencia a buscarlo.
La preocupación por el alma. El cuerpo del hombre se parece a una vela prendida. La vela debe quemarse y el hombre debe morir. Pero su alma es inmortal y por esto nuestra preocupación debe ser mayor por el alma que por el cuerpo: "¿Qué aprovechara al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiera su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mt. 16:26), por la cual nada en el mundo puede servir de recompensa. Si un alma, por sí sola, es más preciosa que todo el mundo y el reino terrenal, entonces, es sin duda más precioso el Reino de los Cielos. Consideramos el alma como lo más valioso porque - como dice san Macario el Grande - Dios no se dignó a comunicarse ni a unirse con Su naturaleza espiritual a ninguna criatura visible, a excepción del hombre, al cual ama más que a todas Sus criaturas.
Amor al prójimo
A los prójimos hay que tratarlos amablemente, no hay que mostrar nunca ni siquiera disgusto, aún si nos ofenden. Si nos alejamos de alguien o lo ofendemos, sentimos como una piedra sobre nuestro corazón. Hay que animar el espíritu de un hombre triste o abatido con palabras de amor. Cuando vez a tu hermano pecando - cúbrelo, como aconseja san Isaac el sirio: "Extiende tu capa sobre el pecador y cúbrelo."
Con respecto a nuestros prójimos, debemos ser puros de palabra y pensamiento y tratarlos a todos por igual; si no convertiremos nuestra vida en algo inútil. Hay que saber amar al prójimo no menos, que a nosotros mismos, según el mandamiento del Señor: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lc. 10:27). Pero no de manera tal que el amor al prójimo exceda los límites y nos aleje del cumplimiento del primer y más importante mandamiento: el de amar a Dios. El mismo Señor nos enseña: "El que ama a padre o madre mas que a mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija mas que a mí, no es digno de Mí" (Mt. 10:37).
La misericordia
Hay que ser misericordioso hacia los pobres y los peregrinos; sobre esto se preocupaban mucho los Padres y las grandes luminarias de la Iglesia. Con respecto a esta virtud tenemos tratar, por todos los medios, de cumplir los siguientes mandamientos de Dios: "Sed misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso" y "Misericordia quiero, y no sacrificio" (Lc. 6:36; Mt. 9:13). Los sabios escuchan estas palabras salvadoras y los necios no las escuchan; por eso la recompensa no será igual, como fue dicho: "El que siembra escasamente, también segara escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segara" (2 Cor. 9:6).
Que el ejemplo de Pedro Dador de pan, quien por un pedazo de pan ofrecido a un mendigo, recibió el perdón de todos sus pecados (lo que le fue mostrado en una visión), nos inspire a ser misericordiosos con los prójimos, ya que incluso una pequeña limosna ayuda mucho a obtener el Reino de Dios.
Hay que ofrecer la limosna con buena disposición del alma; como dice san Isaac el Sirio: "Si das algo a quien te lo pide, que la alegría de tu rostro preceda a tu dádiva y con palabras benignas consuela su pena."
No juzgar y perdonar las ofensas
No se debe juzgar a nadie, incluso aunque hayas visto con tus propios ojos sus pecados y sus transgresiones a los mandamientos de Dios. Como dice la palabra Divina: "No juzguéis, para que no seáis juzgados" (Mt. 7:1). "¿Tu quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio Señor esta en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme" (Rom. 14:4). Es mucho mejor recordar las palabras del Apóstol: "El que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Cor. 10:12).
No hay que sentir ni odio ni ira a una persona que está enemistada con nosotros, por el contrario hay que amarlo y tratar de hacerle tanto bien como nos sea posible, como Dios nos enseña: "Amad a vuestros enemigos... haced bien a los que os aborrecen" (Mt. 5:44). Si tratamos con todas nuestras fuerzas de cumplir este mandamiento podemos tener la esperanza de que la luz Divina brille en nuestros corazones, que nos ilumine el camino hacia el Jerusalén Celestial.
¿Por qué acusamos a nuestros prójimos? Es porque no tratamos de conocernos a nosotros mismos. Quien esta ocupado en conocerse a sí mismo no tiene tiempo para criticar las faltas de los demás. Júzgate a ti mismo - y dejaras a juzgar a los demás. Condena la mala acción, pero no a aquel que la comete. Asimismo hay que considerarse como el peor de los pecadores y perdonar cualquier acción mala del prójimo. Hay que odiar únicamente al diablo pues éste fue quien lo sedujo. Además una acción del prójimo puede parecernos mala pero ser en realidad una buena obra por sus buenas intenciones. Por otro lado la puerta de la penitencia está abierta para todos y no se puede saber quien entrará primero por ella: si tú, quien acusa o el juzgado por ti.
La penitencia
El que desea salvarse, debe tener su corazón siempre dispuesto al arrepentimiento y la contrición: "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciaras tu, oh Dios" (Sal. 51:17). Con el espíritu humilde, el hombre puede evitar con facilidad todas las trampas astutas del diablo, quien se esfuerza a alterar el espíritu del hombre y sembrar sus cizañas, según las palabras Evangélicas: "¿Señor, no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto" (Mt. 13:27-28). Cuando el hombre trata de tener el corazón humilde y guarda paz en sus pensamientos, todas las maquinaciones del enemigo son vanas. Ya que donde hay paz en los pensamientos reposa el mismo Dios; se dijo: en la paz esta Su lugar (Sal.76:2).
Nosotros, durante toda la vida, ofendemos la grandeza Divina con nuestras caídas en pecado; por eso debemos pedirle con humildad perdón al Señor por nuestros pecados.
El ayuno
Nuestro Señor Jesucristo, Jefe de las hazañas espirituales y Salvador Nuestro, antes de empezar la hazaña de la redención del genero humano, se fortificó con un prolongado ayuno. Todos los ascetas antes de comenzar a trabajar para el Señor, se armaban con ayunos y sólo en ayuno empezaban el camino de la cruz. Sus progresos en el ascetismo medían con sus éxitos en el ayuno.
Con todo esto, los santos ascetas sorprendían a todos al no conocer la debilidad, siempre permanecían briosos, fuertes y listos para la acción. Las enfermedades entre ellos eran muy raras y sus vidas eran muy prolongadas.
Mientras el cuerpo del ayunante se vuelve ligero y más delgado, la vida espiritual se perfecciona y se muestra en fenómenos sobrenaturales. Entonces el espíritu actúa como en un cuerpo incorpóreo. Los sentidos externos se cierran y la mente, apartándose de lo terrenal, se eleva hacia el cielo y se sumerge completamente en la contemplación del mundo espiritual. Pero no todos pueden seguir esta regla muy severa de contención en todo y de privación de todo lo que puede servir para aliviar las dolencias. "El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba" (Mt. 19:12).
Se debe ingerir una cantidad de comida para que el cuerpo se fortifique y sea un ayudante y amigo del alma en hacer el bien; en caso contrario un cuerpo debilitado puede debilitar el alma. Los días miércoles y viernes, especialmente durante las cuatro abstinencias anuales, sigue el ejemplo de los Padres y come una sola vez por día y el Ángel del Señor estará siempre contigo.
La paciencia y la humildad
Siempre hay que soportar todo lo que pasa y recibirlo como enviado por Dios y con agradecimiento. Nuestra vida es un minuto en comparación con la eternidad. Por esto, como dice el apóstol: "las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Rom. 8:18).
Soporta en silencio cuando te ofende un enemigo y sólo al Señor abre en ese caso tu corazón. Al que te humilla o denigra tu honor, trata por todos los medios de perdonarlo con todo tu corazón, según la palabra Evangélica: "Al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva" (Luc. 6:30).
Cuando la gente nos insulta, debemos considerarnos indignos de halagos y debemos pensar que si fuéramos dignos, todos nos respetarían. Debemos siempre portarnos humildemente con todos los hombres, como nos dice san Isaac el Sirio: " Sé humilde y veras la Gloria de Dios en ti."
Las enfermedades
El cuerpo es el esclavo del alma, que es la reina. Por eso, ocurre a menudo que por la misericordia Divina nuestro cuerpo se debilita con enfermedades y con ellas nuestros vicios pierden fuerza y el hombre vuelve en sí. Además la misma enfermedad corporal puede ser consecuencia de nuestras pasiones y nuestros vicios. A quien soporta la enfermedad con paciencia y agradecimiento la enfermedad se le computa como una hazaña espiritual o incluso más que esto.
Un monje anciano, que sufría de hidropesía, decía a los hermanos, que lo venían a curar: "Padres oren para que mi alma no sufra de semejante enfermedad. Ruego a Dios que no me libere de mi actual dolencia de repente ya que mientras mi persona externa se consume, el hombre interno se renueva" (2Cor 4:16).
La paz del alma
La paz del alma se logra sufriendo penas. Las Escrituras dicen: "Pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia" (Sal. 66:12). Para los que desean complacer a Dios, el camino transcurre a través de muchas penas. ¿Cómo podemos alabar a los santos mártires por sus sufrimientos que pasaron por Dios si no sabemos siquiera aguantar una fiebre?
Para lograr la paz interna nada es mejor a permanecer en silencio, preferentemente conversando consigo mismo y muy poco con los demás. Es señal de vida espiritual cuando una persona penetra en su mundo interior y trabaja secretamente en su corazón.
Esta paz, como un tesoro invaluable, dejo nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos antes de Su muerte, diciendo: "La paz os dejo, Mi paz os doy" (Jn. 14:27). También el apóstol lo dice: "La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filip. 4:7). "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Heb. 12:14).
Por ello debemos dirigir todos nuestros pensamientos, deseos y actos para el recibimiento de la paz Divina y siempre clamar con la Iglesia: "Señor Dios nuestro, Tu nos darás paz" (Is. 26:12).
Es necesario, por todos los medios, tratar de conservar la paz del alma y no indignarse por las ofensas de otra gente. Para eso es menester evitar la ira y con atención proteger la mente y el corazón de vacilaciones incorrectas.
Las ofensas hay que soportarlas con indulgencia y aprender a tomarlas como si no nos afectaran. Este ejercicio puede darle la calma a nuestro corazón y hacerlo morada del Mismo Dios.
Vemos un ejemplo de tal ausencia de ira en la vida de san Gregorio el Milagroso. Una ramera le exigía públicamente que le pagara por un supuesto pecado cometido con ella. Él no se enojó con ella y le dijo mansamente a su amigo:" Dale enseguida el precio que ella exige." La mujer, tan pronto recibió el pago injusto, se tornó poseída por un demonio. Entonces el Santo, con oraciones, expulsó al demonio de ella.
Si es imposible evitar indignarse, como mínimo hay que detener la lengua, según la palabra del rey David: "Estaba yo quebrantado, y no hablaba" (Sal. 77:4).
Podemos seguir en este caso los ejemplos de san Spiridón de Trimifun y de san Efremo el Sirio. El primero soportó una ofensa así: una vez, tras ser llamado por el rey de Grecia, quería entrar en el palacio y uno de los servidores, tomándolo por un mendigo, no lo dejaba entrar, se reía de él y hasta lo abofeteó. San Spiridón que era manso, le presentó la otra mejilla, como indica el Evangelio (Mt. 5:39). San Efremo, que vivía en el desierto, se quedó sin comida una vez cuando su discípulo rompió sin querer por el camino la vasija que la contenía. El santo, viéndolo muy triste, le dijo: "No te aflijas, hermano, si la comida no quiso llegar a nosotros, iremos hacia ella." Y el santo fue, se sentó al lado de la vasija rota y comió lo que se había caído. ¡Hasta tal punto era su mansedumbre y su falta de ira!
Para mantener la paz del alma, hay que apartar de uno la tristeza y tratar de tener el espíritu alegre, según la palabra del sabio Sirah: "La tristeza mató a muchos y no hay utilidad en ella" (Sir. 30:25).
Para conservar la paz del alma hay que evitar también criticar a la gente. Con el silencio y la condescendencia hacia el hermano se conserva la paz del alma. Encontrándose en este estado es posible recibir revelaciones Divinas.
Para no caer en la condenación de los prójimos, no hay que aceptar malos comentarios de nadie, estar como muerto para esos dichos y escuchar nuestro interior.
Para la paz espiritual hay que entrar en sí mismo más a menudo y preguntarse: ¿Dónde estoy? Además hay que estar atento para que los sentidos corporales, sobre todo la vista, sirvan al hombre interno y no lo distraigan con objetos sensuales o sensoriales. Hay que recordar que los dones de gracia lo reciben solamente aquellos que trabajan internamente y cuidan sus almas.
Las hazañas espirituales
A los discípulos que trataban de hacer hazañas excesivas, san Serafín les decía, que soportar mansamente y sin quejas las ofensas son nuestras pesadas cadenas y pesas y nuestra vestimenta pesada hecha de áspero material (que algunos monjes usaban para dominar su cuerpo).
No hay que emprender hazañas desmedidas y hay que tratar de que nuestro cuerpo nos sea fiel y nos ayude en ser virtuosos. No hay que desviarse ni a la derecha, ni a la izquierda, tomando el camino del medio (Sabid. 4:27), dándole al espíritu lo espiritual y al cuerpo lo corporal, lo necesario para mantener nuestra vida temporal. Tampoco hay que negarle a la vida social lo que ella exige, como dicen las Sagradas Escrituras: "Dad al Cesar lo que es de Cesar, y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22:21).
Hay que ser condescendiente con nuestra alma por sus debilidades e imperfecciones y soportar sus fallas, así como las de nuestros prójimos; pero no podemos tornarnos perezosos y debemos obligarnos permanentemente a mejorar.
Si comiste de más o hiciste otra cosa por debilidad humana, no te turbes y no le agregues mal al mal, sino con empeño trata de corregirte y guardar la paz del alma, como dijo el apóstol: "Bienaventurada el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba" (Rom. 14:22). El mismo sentido tienen las palabras del Salvador: "Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entrareis en el Reino de los Cielos" (Mt. 18:3).
Cualquier éxito lo debemos atribuir al Señor y decir con el profeta: "No a nosotros, no a nosotros Señor, si no a Tu nombre da la Gloria" (Sal. 115).
La pureza del corazón
Tenemos que proteger siempre nuestro corazón de pensamientos e impresiones indecentes, como dice el autor de las Parábolas: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida" (Prov. 4:23).
De una larga protección del corazón, nace en éste la pureza, para la cual es accesible ver al Señor, según la afirmación de la Verdad eterna: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt. 5:8).
Lo mejor que tenemos en el corazón no lo debemos mostrar sin necesidad, ya que lo obtenido sólo está a salvo de los enemigos visibles e invisibles cuando es conservado como tesoro en el fondo del corazón. No le descubras a todos los secretos de tu corazón.
Como reconocer los movimientos del corazón
Cuando el hombre recibe algo Divino se alegra en su corazón; en cambio cuando recibe algo diabólico, se siente confundido y turbado.
Cuando el corazón del cristiano recibe algo Divino no necesita confirmar por otro medio que esto proviene del Señor; se convence solo de que proviene del Señor ya que siente en sí los frutos espirituales: "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gal. 5:22-23). En cambio el corazón por el diablo, aunque se disfrace de Ángel de luz (2 Cor. 11:14) o presente pensamientos de la mejor apariencia, siempre sentirá algo incierto, inquietud en los pensamientos y confusión de los sentidos.
El diablo, que "como un león, se esconde en su cueva" (Sal. 10:9), en secreto pone sus redes de pensamientos sucios e indecentes. Apenas los notamos, debemos destruirlos con la oración y pensamientos piadosos.
Necesitamos una gran atención y esfuerzos para que durante el canto de los salmos, nuestra mente este de acuerdo con el corazón y la boca y para que en nuestra oración no se mezclen malos olores con el incienso. Dios rechaza al corazón con pensamientos impuros.
Durante día y noche, siempre, con lagrimas, acudamos a la misericordia Divina, para que Él purifique nuestros corazones de cualquier pensamiento malo, para poder ofrecerle dignamente los dones de nuestro servicio. Hacemos bien cuando no aceptamos pensamientos malos inducidos por el diablo.
El espíritu impuro tiene influencia fuerte solo sobre los apasionados, a los purificados de pasiones los toca solo en forma parcial o externa. Una persona joven no puede no turbarse por pensamientos corporales. Pero él debe rezar al Señor Dios para que se apague el fuego de pasiones viciosas desde el principio. Entonces la llama no se fortalecerá.
La excesiva preocupación por lo mundano
La preocupación excesiva por las cosas de la vida es característica para un hombre no creyente y pusilánime. ¡Y pobre de nosotros, si pensando en nosotros mismos, no depositamos la esperanza en Dios, que se preocupa de nosotros! Si los bienes visibles que usamos en el presente no se lo atribuimos a Él, ¿cómo podemos esperar de Él los bienes prometidos para el futuro? No seamos así poco creyentes y busquemos mejor en primer término al Reino de Dios y todas estas cosas nos serán añadidas, según la palabra del Salvador (Mt. 6:33).
La tristeza
Cuando el espíritu malo de la tristeza se apodera del alma, la llena de amargura y desagrado, no le deja orar con la dedicación necesaria, dificulta la lectura de escritos espirituales, la priva de bondad, mansedumbre y buen humor en las relaciones con la gente y rechaza toda conversación. Porque el alma, llena de tristeza, se vuelve como alienada y exaltada, no puede recibir con tranquilidad ningún consejo bueno, ni contestar mansamente a las preguntas. Ella huye de la gente, como si fueron ellos los causantes de su estado y no entiende que su enfermedad es interna. La tristeza es un gusano en el corazón, que roe a su propia madre.
Quien venció a sus pasiones también venció a la tristeza. En cambio, el vencido por las pasiones no evitara la tristeza. Como un enfermo se distingue por el color de su rostro, el poseído por una pasión se manifiesta por la tristeza. Quien ama al mundo no puede evitar la tristeza. El que desprecia el mundo está alegre siempre. Así como el fuego purifica al oro, la tristeza por Dios (el arrepentimiento) purifica al corazón pecador.
La vida activa y la contemplativa
El hombre consta de alma y cuerpo y por eso su camino de vida debe comprender las acciones corporales y las del alma, de vidas activa y contemplativa.
La vida activa está compuesta por el ayuno, la contención, la vigilia, la oración, el arrodillamiento y otros esfuerzos corporales, que constituyen un camino estrecho y penoso de sacrificios, que lleva a la vida eterna, según el Evangelio (Mt. 7:14).
La vida contemplativa incluye el direccionamiento de la mente hacia Dios, el corazón atento, la oración concentrada, con lo que se llega a la contemplación de objetos espirituales.
El que desea tener una vida espiritual, debe empezar por la vida activa, porque sin la vida activa no podrá entrar en la vida contemplativa.
La vida activa sirve para purificarnos de las pasiones viciosas y nos eleva a un escalón de una perfección de acción, que nos abre el camino a la vida contemplativa. Solamente los purificados de pasiones y perfectos pueden acercarse a esta otra vida(la contemplativa), como se ve de la Sagrada Escritura: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt. 5:8) y de las palabras de san Gregorio el Teólogo: "Hacia la contemplación pueden acercarse, sin peligro, solo los perfectos, por su experiencia."
Si no tenemos un maestro para dirigirnos a la vida contemplativa, hay que guiarse por las Sagradas Escrituras, ya que el mismo Señor Jesucristo nos ordena aprender de Ellas: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros les parece que en ellas tenéis la vida eterna" (Jn. 5:39).
No se debe dejar la vida activa ni siquiera después de haber tenido tanto éxito y haber llegado a la contemplativa porque ésta es ayudada y enaltecida por la vida activa.
La luz de Cristo
Para recibir y sentir en el corazón la luz de Cristo, hay que alejarse lo más posible de las acciones visibles. Luego de purificar el alma con la penitencia y obras de bien, y con una fe sincera en el Crucificado, cerrando los ojos, hay que sumergir la mente en el interior del corazón, clamar y llamar, sin cesar, el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, en la medida del esfuerzo y del ardor del espíritu hacia el Bienamado (Luc. 3:22), el hombre encuentra en el nombre invocado una dulzura que provoca sed de conocimiento superior.
Cuando el hombre internamente ve la luz eterna su mente se torna limpia y libre de imágenes sensoriales. Estando todo concentrado en la admiración de la belleza no creada, olvida todo lo sensorial, no se quiere ver tampoco a sí mismo, quiere esconderse en el núcleo de la tierra, solo para no perder a este verdadero Bien: a Dios.
La adquisición del Espíritu Santo
(Extraído de las conversaciones con Motovilov).
La verdadera finalidad de nuestra vida cristiana consiste en la adquisición del Espíritu Santo de Dios. El ayuno, la vigilia, la oración, la limosna y toda obra de bien, hecha en nombre de Cristo, son medios para recibir el Divino Espíritu Santo. Sólo las obras de bien hechas por Cristo nos traen los frutos del Espíritu Santo.
Algunos dicen que la escasez de aceite en las lámparas de las vírgenes insensatas hace referencia a la escasez de virtudes (parábola de las diez vírgenes, Mt. 25:1-12). Esta interpretación no es del todo correcta. ¿Tienen ellas falta de virtudes si, a pesar de ser nominadas insensatas, son llamadas vírgenes ? La virginidad es una virtud altísima, como un estado similar al angelical y podría por sí sola suplir a otras virtudes Yo pienso humildemente que les faltaba precisamente gracia del Santísimo Espíritu Santo. Ellas obraban bien pero creían, por errores espirituales, que en eso solo consiste el cristianismo. Cuando hicieron una obra de bien creyeron que hicieron también una obra Divina y no se preocuparon si recibieron la Gracia de Dios o si la alcanzaron. Justamente era la gracia del Espíritu Santo, simbolizada por el aceite, la que hacía falta a las Vírgenes necias. Ellas son llamadas "necias" porque se olvidaron del fruto necesario de la virtud, que es la gracia del Espíritu Santo, sin la cual nadie puede ni podrá salvarse ya que "toda alma es vivificada por el Espíritu Santo y elevada por la pureza y es iluminada por la Unidad de la Trinidad de manera sagrada y misteriosa" (Antífona antes del Evangelio en el servicio matutino). El Espíritu Santo Mismo viene a habitar en nuestras almas; y esta residencia y la coexistencia en nosotros del Todopoderoso, de su Unidad Trinitaria con nuestro espíritu, no nos son dadas más que a condición de trabajar, por todos los medios en nuestro poder, para la obtención del Espíritu Santo y esto prepara en nuestro cuerpo y nuestra alma una morada digna de este encuentro, un trono para la coexistencia del Dios que todo creó con nuestro espíritu. Como dice la palabra inmutable de Dios: "Habitaré y caminaré en medio de ellos; seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (2 Cor. 6:16; Lv. 26:11-12; Ez. 37:27).
Este es el aceite que las prudentes tenían en sus lámparas, que fue capaz de alumbrar por muchas horas y que les permitió a éstas vírgenes recibir la llegada del Esposo a medianoche y entrar con Él al castillo del goce eterno. Las Vírgenes necias, al ver que la luz de sus lámparas estaba por extinguirse, fueron al mercado en busca de aceite, pero no tuvieron tiempo de regresar pues la puerta se había cerrado. El mercado es nuestra vida. La puerta del palacio, cerrada e impidiendo el acceso al Esposo es nuestra muerte humana; las vírgenes prudentes y necias son las almas cristianas. El aceite no simboliza nuestras acciones buenas sino la gracia del Espíritu Santo que obtenemos por ellas, gracia que transforma lo perecedero en imperecedero, la muerte del alma en vida espiritual, las tinieblas en luz, el establo donde están encadenadas como bestias y animales nuestras pasiones, en templo de Dios, en un radiante castillo de alegría eterna por Jesucristo, Nuestro Señor, Creador y Salvador.
Grande es la compasión que Dios tiene por nuestra desgracia, es decir por nuestra negligencia hacia Su solicitud cuando dijo: "Mira que estoy de pie junto a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap. 3:20); por "puerta" debemos entender el curso de nuestra vida aún no detenido por la muerte.
Video corto sobre la vida de San Serafin de Sarov - en español:
Video documental Monasterio femenino de Divyevo fundado por San Serafin:
Notas:
- wikipedia
- Rusopedia
- San Serafin de Sarov, Irina Gorainof, Ed.Paulinas
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