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sábado, 28 de agosto de 2010

Fiesta de la Dormición de la Santísima Madre de Dios



Hoy 28 de agosto (15 de agosto según el calendario juliano) se festeja la Santa Asunción de la Santísima Madre de Dios, nuestra querida Madre, en el Oriente Cristiano le decimos: "LA DORMICIÓN DE LA VIRGEN", y es la misma fiesta.
Esta festividad se remonta a muchos siglos, pues estaba extendida a todo el Imperio Bizantino en el siglo VI, y celebra un misterio que es fundamental en la vida del cristiano. 

Nosotros sabemos que Cristo después de morir en la Cruz, venció a la muerte resucitando. Cristo sufrió por nosotros, pero resucitó para nosotros por el poder del Padre. Él es Verdadero Dios y Verdadero Hombre, y nosotros esperamos en esa potencia, en esa fuerza que Él va a derramar sobre nosotros. Él nos prometió que nos va a rescatar de la muerte. Todos los seres humanos tenemos un miedo natural a la muerte, pero eso es porque Dios nos hizo para la vida: Dios nos sacó de la nada, nos creó en el seno de nuestra madre, y hace que también recibamos los dones de la Salvación, nos da la Gracia Santificante, nos hace nacer por el Bautismo...pero qué cosa más hermosa, qué esperanza tan grande es el poder estar con Dios para siempre, no solamente con alma, sino al final de los tiempos, también con el cuerpo, cuando nuestro Señor vuelva tal como Él prometió , y nos resucite. ¡Qué hermoso! Estar en cuerpo y alma resucitados después del juicio final, para siempre en una eternidad que no tenga ninguna clase de límites, en la cual nos encontremos plenos con Dios para siempre. Esa plenitud de cuerpo y alma resucitados, que con la ayuda de Dios vamos a tener al final de los tiempos, la Madre de Dios lo tuvo desde el mismo momento de su partida de este mundo. Es algo tan estupendo para nosotros, el que nuestra fe no solamente nos muestre cosas maravillosas, grandes, prodigiosas que nos asombran, sino que esas mismas cosas Dios nos las ofrece a cada uno de nosotros. 

Cristo venció a la muerte y al pecado, y él nos da el perdón de los pecados y la vida de la Gracia. Éstas son las cosas fundamentales, las que creemos con fervor, esperamos con un ansia que no admite demoras, y amamos con amor Divino.

Cuando la Madre de Dios llegaba al final de su vida, fue llevada en cuerpo y alma al Cielo una vez que hubo vivido lo mismo que su Hijo. La fe católica nos enseña que es dogma de fe que nuestra Madre está en los Cielos en cuerpo y alma, pero aún no esta definido de fe si ella pasó o no por la muerte. Hay una antigua y piadosa tradición que dice que Ella quiso pasar por la muerte para ser en todo igual a su Hijo. María sigue las huellas de su Dios e Hijo. Ella es la corredentora porque acompañó con todo su ser en todo momento al Redentor, Jesucristo.

Ella lo crió en Nazareth, también lo acompañó cuando él estaba con sus discípulos. Ella fue la que estaba al pie de la Cruz. Ella fue la que estaba en el Cenáculo cuando vino el Espíritu Santo, la Madre de la Vida, la Madre de la Iglesia. Ella es la que Jesús nos dio al pie de la Cruz, dice el evangelio de San Juan. Solamente aparece en ese evangelio que cuando estaba Jesús en sus últimos momentos en la Cruz, entregó a Juan a María y entregó a María a Juan. María fue a vivir a la casa de Juan, también en eso vemos, que ya en un principio la Madre de Dios fue entregada por Dios a nosotros como Madre nuestra.

Ella es Madre de la Gracia no porque haya hecho algo semejante a Jesús. Ella no murió por nuestros pecados, Ella no nos consiguió la Gracia de la Salvación con su sangre, pero sí engendra en nosotros a Cristo, sí acompaña nuestros pasos como hijos de Dios: cada día más cerca de Cristo en cuanto vamos avanzando en la vida de la Gracia, dejando atrás nuestros pecados y abrazando la vida de los mandamientos de Dios, los mandamientos del amor.

Tropario de la Dormición de la Madre de Dios, tono 1º

 La muerte y el sepulcro no prevalecieron* contra la Madre de Dios,* que es infatigable en su oración,* y con sus ruegos esperanza infalible.* Como ella era la Madre de la Vida,* la trasladó a la Vida* el que habitó en su seno siempre virgen.
 
Otros textos de la fiesta

LLena de gozo mi corazón, Oh Pura, dándome tu límpida alegría, tú que diste a luz al Autor del gozo. Líbranos de los peligros, Oh Pura Madre de Dios. 

Disipa la niebla de mis pecados, Divino Esposa, con el resplandor de tu gloria, tú que engendraste a la Divina y Eterna Luz.




(Hieromonje Diego) 

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